
Se trata de una forma de expresarse que existe hace décadas y que ha evolucionado, llegando incluso al ámbito de la informática: hay aplicaciones que permiten la creación de arte callejero en un ordenador, sobre muros tridimensionales virtuales.
Las plantillas (conocidas también por el nombre de stencils) suelen ser utilizadas para transmitir ideas políticas y gozaron de un particular éxito en París, sobre el final de la década del 60. Su auge a nivel mundial, sin embargo, llegó a mediados de 1990, de la mano de artistas como Shepard Fairy, de Norte América, quien lideró una campaña titulada “Obedece al gigante”, expresada a través de posters y plantillas, que pronto cruzó las fronteras y fue apoyada por personas de varios países.
Uno de los objetivos del arte urbano es tomar por sorpresa a sus espectadores, y esto se consigue fácilmente, dado que puede ubicarse en sitios de acceso público que son visitados por infinidad de personas todos los días. Por lo general, busca la reflexión sobre diversas problemáticas sociales a través de mensajes irónicos que invitan a luchar unidos por una sociedad más justa.

Por otro lado, la intención de muchos artistas callejeros se ve empañada cuando se expresan sobre propiedades privadas, tales como la fachada de un edificio, dado que esto constituye un delito y molesta a los dueños. Afortunadamente, dado que el arte no debería reprimirse, existen varios espacios públicos donde es posible realizar estas obras sin restricciones, y algunos de los resultados son dignos de ser aplaudidos.


El arte callejero surge como una forma de liberar las típicas tensiones y frustraciones de la vida en la ciudad, de denunciar injusticias tales como la discriminación, la contaminación ambiental, el abuso de poder por parte de ciertas figuras del gobierno, y se ha convertido en una parte importante y necesaria del paisaje urbano.


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